Obrigado, Perdão Ajuda-me

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As minhas capacidades estão fortemente diminuídas com lapsos de memória e confusão mental. Esta é certamente a vontade do Senhor a Quem eu tudo ofereço. A vós que me leiam rogo orações por todos e por tudo o que eu amo. Bem-haja!

segunda-feira, 22 de agosto de 2011

El sermón de la Montaña de Benedicto (Editorial ‘El Mundo’ a não perder)


Hoy se desquitó. Si ayer el Papa no pudo pronunciar entera su catequesis a los jóvenes, hoy aprovechó para predicar su sermón más importante y exigente de su visita. En un escenario pensado en forma de cinco colinas, para evocar el pasaje evangélico de las Bienaventuranzas, Benedicto quiso rememorar ante una multitud bíblica de jóvenes una de las páginas fundantes del cristianismo y que se conoce con el nombre del Sermón de la Montaña.

Con una homilía nucleada en torno a la lectura del relato evangélico conocido con el nombre de la "confesión de Cesarea". Allí, Jesús le plantea a sus discípulos dos preguntas: "¿Quién dice la gente que soy Yo? ¿Quién decís vosotros que soy Yo?". Pedro contesta que es el Mesías y Jesús lo corona como la roca de la Iglesia, el primer Papa, con el poder de las llaves o el poder de atar y desatar, de perdonar o de condenar "en la tierra y en el cielo". Y le promete que "el poder del infierno no prevalecerá" contra la Iglesia.

Apoyado en este clásico texto de afirmación del primado de Pedro y del poder supremo y total del Papa en la Iglesia, Benedicto XVI trazó en varios pasos una lección teología de altura, pero al nivel de cualquier persona de la calle. Con su innata capacidad didáctica de divulgación.

En primer lugar, una lección de Cristología, para explicar quién es Jesús. Que no es "un personaje religioso más". Es "el Hijo de Dios vivo", según proclama la fe, que va más allá de "los simples datos empíricos o históricos". La fe conecta con el misterio de la persona de Cristo, que sólo está al alcance de los que creen en Él.

En segundo lugar, una lección de Teología dogmática, para explicar en qué consiste creer, qué es la fe. Que no es una simple información sobre Dios, ni es saber cosas sobre Jesús. Es, ante todo, "un don" que Dios concede. Y es también "una relación personal", una "adhesión de toda la persona". Es, en definitiva, enamorarse de Dios, sentirlo en las entrañas y quererlo como a nadie.

Y, por último, una lección de Eclesiología. La más larga y extensa de las tres lecciones. Se nota que el Papa está preocupado por la actual desafección de los católicos hacia la institución que dirige. Una desafección, afectiva y efectiva, que suele llamarse "apostasía silenciosa" y que se plasma en la clásica respuesta de los que se alejan: "Creo en Jesús, pero no en la Iglesia".

Benedicto XVI aseguró, de varias formas y con diversos matices, que eso no es posible. Porque "la Iglesia no es una simple institución humana como otra cualquiera". Es la institución fundada por Cristo "sobre la roca de la fe de Pedro". Y, por lo tanto, "no se puede separar a Cristo de la Iglesia". No hay fe sin Iglesia.

El Papa quiere poner coto al movimiento, cada vez más extendido, de los católicos sin Iglesia. Y, para eso, asegura, con fuerza, que no se puede ser católico por libre y a la carta. "No se puede seguir a Cristo en solitario" ni "por su cuenta", porque se corre el riesgo "de no encontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él".

Y la conclusión caía por su propio peso: Es ineludible, para los católicos, amar a su Iglesia y al Papa, el sucesor de Pedro. Y vivir el gozo de la pertenencia eclesial con una actitud de "gozosa inserción" y, desde ella, partir a la misión. "No os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe", arengó a los 'Papa-boys'. Y concluyó suplicando también sus oraciones: "Os pido también que recéis por el Papa".

Una llamada perentoria y casi angustiosa del Papa para que sus fieles cierren filas y sigan sintiendo el orgullo de su pertenencia a la Iglesia. ¿Ve el Papa en peligro de zozobrar a la barca de Pedro? Lo que parece claro es que le duele, y mucho, la silenciosa huida de los católicos, sobre todo en Occidente, en dirección de la indiferencia, el gran enemigo de la institución. Un sermón de la montaña papal de anatema del "complejo antirromano" o de los que reprochan a la institución haber traicionado a Cristo y, por eso, escapan de ella.

Editorial ‘El Mundo’ AQUI

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