En una carta del nuevo beato se pone de manifiesto la relación que unía al obispo salvadoreño con el Opus Dei
ALVER METALLI
BUENOS AIRES
Álvaro del Portillo, recién beatificado, Óscar Arnulfo Romero próximo a serlo. Pocos imaginan que entre ellos hubo afinidades y aprecio recíproco. El sitio Supermartyrio, dedicado exclusivamente a la vida del obispo salvadoreño asesinado en 1980, publica una carta casi desconocida que escribió el prelado del Opus Dei al entonces arzobispo de San Salvador. La carta está fechada el 9 de noviembre de 1979 y es la respuesta a una “afectuosa” misiva anterior de mons. Romero en ocasión del cincuenta aniversario de la fundación de la prelatura (1928). El sucesor de Escrivá de Balaguer se dirige al “muy querido Señor Arzobispo” para agradecerle por las “muestras de afecto” con las cuales se ha “unido a nuestra acción de gracias al Señor por todos los beneficios que ha derramado sobre su Obra en estos primeros cincuenta años de vida”. Del Portillo, que fue el principal colaborador de Escrivá de Balaguer y asumió la dirección de la Obra el 15 de setiembre de 1975, en su carta hace referencia a la presencia del Opus Dei en El Salvador y confirma a Romero la voluntad de colaboración de sus miembros. “Sé que los socios y asociadas del Opus Dei – ahí, como en todos los sitios, gracias a Dios – trabajan con empeño y movidos sólo por el deseo de servir a la Iglesia. Conozco bien el afecto que le tienen y la fidelidad con que viven el espíritu de la Obra, que nos lleva a secundar las indicaciones del Revmo. Ordinario en todas las diócesis donde trabajamos, y a tirar del carro – como decía nuestro Fundador, de santa memoria – en la misma dirección que el Prelado diocesano”.
Son palabras de Álvaro del Portillo poco conocidas y que vuelven a proponerse en estos días. El 23 de diciembre de aquel mismo año 1979, solo tres meses antes del asesinato, Romero habló sobre la carta que había recibido, en la homilía de la misa que celebró ese día. “Será de mucho agrado a los numerosos miembros que en nuestra Arquidiócesis forman el Opus Dei la carta que he recibido de su Presidente General, Mons. Álvaro del Portillo”. Desde el púlpito, Romero leyó el texto completo de la misma, destacando el compromiso con que trabajan los miembros del Opus y su voluntad de servir a la Iglesia. Después siguió diciendo: “Me alegro mucho de que esa fuerza del Opus Dei no es al margen ni paralela, sino que está en plena línea con nuestra pastoral Arquidiocesana”. El Arzobispo concluye con una frase que constituye al mismo tiempo un estímulo y un deseo: “Esperamos que los hechos confirmen esta orientación que les da el Presidente General del Opus Dei”.
El comentario de Romero a la carta confirma la buena opinión que el obispo salvadoreño tenía de la Prelatura ya desde los tiempos de su encuentro con Escrivá de Balaguer, en 1975. En una carta dirigida a Pablo VI para apoyar la candidatura a los altares del fundador del Opus Dei, Romero afirma que se había sentido muy feliz de conocerlo personalmente y “de recibir de él aliento y fortaleza para ser fiel a la doctrina inalterable de Cristo y para servir con afán apostólico a la Santa Iglesia Romana”. “La vida de Mons. Escrivá –sigue diciendo Mons. Romero- supo unir un diálogo continuo con el Señor a una gran humanidad: se descubría en seguida que era un hombre de Dios, se trato estaba lleno de delicadeza, cariño y buen humor. Conozco desde hace muchos años la labor del Opus Dei aquí en El Salvador y puedo dar fe del sentido sobrenatural que lo anima y la fidelidad a la doctrina del Magisterio que lo caracteriza. Personalmente, debo gratitud profunda a los sacerdotes de la Obra a quienes he confiado con mucha satisfacción la dirección espiritual de mi vida y de otros sacerdotes. Personas de todas clases sociales encuentran en el Opus Dei orientación segura para vivir como hijos de Dios en medio de sus obligaciones familiares y sociales. Y esto se debe sin duda a la vida y doctrina de su fundador”.
En el diario, con fecha 6 de setiembre de 1979, Romero confirmaba la opinión positiva que tenía sobre la Obra: “Almuerzo con los padres del Opus Dei. Me contaron de su trabajo con profesionales, con estudiantes y también con obreros y personal del servicio. Es una obra silenciosa, de mucha espiritualidad… Es una mina de riqueza para toda la Iglesia, la santidad del laico en su propia profesión». La amistad que unía a Romero con el Opus Dei continuó en el tiempo, literalmente hasta el día de su muerte. Se sabe que el mismo día que fue asesinado, Romero había transcurrido la mañana en una convivencia para sacerdotes organizada por la Obra.
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